Ya conocemos la importancia que tiene el compañero de comunicación para el proceso de implementación de la CAA, pero debemos preguntarnos: ¿quienes son esos compañeros y compañeras de comunicación? ¿cómo los identificamos? ¿cuál es el papel de la familia? ¿dónde me posiciono yo como compañera de comunicación? ¿quién conforma ese grupo de personas?
Muchas preguntas que confluyen en lo esencial: el compromiso del equipo de CAA. Dicho equipo, lo forman tanto los profesionales implicados en la toma de decisiones, y la implementación del SAAC, como la familia incluyendo evidentemente el propio usuario.
La familia acompaña al alumno en todo su proceso vital. Es quién mejor le conoce, y quien puede aportar información vital para determinar el rumbo de la intervención o el apoyo que los profesionales podemos brindar. Pero no debe estar sola en este proceso. Son muchas las familias que pese a estar muy acompañadas, por múltiples profesionales a lo largo de su vida, tanto en la escuela como fuera de ella, siguen sintiéndose solas, y uno de los motivos puede ser la falta de compromiso por parte de ciertos miembros del equipo.
El desarrollo de la comunicación del niño o la niña que presenta necesidades complejas, sólo será exitoso siempre y cuando disponga de interlocutores expertos, oportunidades, medios, … pero sobre todo, cuando los miembros de la tribu están comprometidos e implicados.
Es un proceso que requiere de instrucción, es largo y costoso y suele implicar un importante desembolso económico, así como una gran inversión de tiempo y energía. Es por ello, por lo que sin el apoyo adecuado de todo el equipo de CAA, las dificultades encontradas pueden acabar superando a la familia, y en el peor de los casos, sintiéndose incluso abandonadas a su suerte.
¿Cómo debería ser el equipo?
El equipo debería ser lo más parecido a una tribu, como medio de cohesión, donde cada miembro se implica en la crianza y educación, y en ofrecer las oportunidades adecuadas. Escuché este término por primera vez, aplicado al equipo de personas que hay alrededor del niño o la niña, gracias a la difusión que Ruth Candela y Ana Jacas realizaron de la ponencia de Jane Farral y Tracey Campbell. Fue entonces cuando se encendió la luz. Fue entonces cuando entendí el impulso de mi vocación, el de cumplir mi papel dentro de cada “tribu” que he ido conociendo a lo largo de estas dos décadas. En ese momento encargué a mi hija esta ilustración, que refleja la esencia de lo que, bajo mi punto de vista, debe ser La Tribu de CAA.
En la tribu estamos todos y todas: amigos, vecinos, compañeras, familiares… y por supuesto no pueden faltar las mascotas. ¡Cuántos grandes momentos y oportunidades para aprender CAA nos brindan!
¿Cómo es tu Tribu de CAA?
Quiero dar las gracias a todas aquellas familias que me permiten formar parte de la suya 😉
Nos encontramos en el último trimestre del curso escolar, y a pesar de esta situación de confinamiento que estamos viviendo por el COVID-19, muchos centros escolares, centros de terapia, etc., deben emitir sus informes finales de evaluación del alumno o alumna con necesidades complejas de comunicación (NCC).
Dichos informes a su vez, servirán de punto de partida para otros profesionales que llegarán detrás, pero también debemos tener presente, que en muchas ocasiones supondrán una losa para las familias. Puede que determinen la modalidad de escolarización para el próximo curso académico, con todo lo que implica para las oportunidades de desarrollo de la comunicación, socialización, etc., de sus hijos e hijas.
Tras escuchar hace unos días a Nacho Calderón Almendros en su charla “LA ESCUELA SOMOS TODXS” junto con Doble Equipo, y hablando con varias de las familias a las que acompaño en el proceso de implementación del uso de la CAA, he sentido la necesidad de escribir este post, e invitar a aquellos profesionales de dichos centros, a que adopten un punto de vista autocrítico ANTES de hacer la evaluación de su alumnado.
Rescato algunas “sentencias” que he recogido a lo largo de estos últimos años, algunas escritas en los informes “a fuego”, y otras expresadas verbalmente. Como no podía ser de otra manera, respondo ante estas afirmaciones con las preguntas que frente al espejo debería hacerse cada evaluador/a antes de escribir cualquier informe:
“…tiene un desconocimiento total de su cuerpo. Esto se debe a su procesamiento tan deficiente a nivel propioceptivo.”
¿Es necesario fijar la atención en la dificultad, y además describirlo con una palabra tan hiriente como es deficiente?
“Le interesan las nuevas tecnologías pero tiende a usarlas con una funcionalidad limitada.”
¿Le has ofrecido oportunidades de aprendizaje de uso adecuadas? ¿Has evaluado tus habilidades como compañera/o de comunicación?
“Este alumno no cumple los prerequisitos para usar un SAAC.”
¿No conoces las últimas investigaciones en el campo de la CAA, que concluyen que no existen prerequisitos? Cualquier persona es susceptible de poder beneficiarse en alguna medida de la intervención en CAA. Si no le ofreces la oportunidad, jamás tendrá la posibilidad de aprender. ¿Conoces la carta de derechos de las personas usuarias de CAA?
“La familia tiene unas expectativas demasiado altas.”
Si nadie creyera en las capacidades de aprendizaje del niño o la niña, no intentaría enseñarle. Inténtalo con la ayuda de la familia, y acompáñalos en el proceso. Nadie mejor que la familia sabe de qué es capaz su hijo.
“Si le dejo usar su comunicador en el aula, todos los demás niños con diversidad también lo quieren tocar.”
Esto evidencia que los demás niños ¡también lo necesitan!. Sería lo mismo que llevar unas galletas a un aula con niños hambrientos, ¿no crees que se lanzarían a por ellas?
“No le motiva nada, no se interesa por nada.”
Quizá no le interesa lo que lo ofreces, o cómo se lo ofreces, o quién se lo ofrece. Además, las oportunidades de aprendizaje de la CAA van más allá de las peticiones. Modelalenguaje para comentar, describir, preguntar,… y dale oportunidades. ¡Pregunta a la familia, porque es quien mejor le conoce!
“Se toma el comunicador como un juego.”
¿Cómo se lo has presentado? ¿Tú conoces bien la herramienta o el SAAC? ¿Te has formado bien? No puedes enseñar a tocar el violín, si ni siquiera has aprendido a sostenerlo sobre tu hombro, y sin saber solfeo.
Ante todas y cada una de estas afirmaciones, hay varias formas de rebatirlas, por una lado con estudios basados en evidencia científica, pero por otro lado, y con mucho mayor criterio, con la evidencia basada en las experiencias de la familia.
Este periodo de confinamiento está sirviendo ante todo, para que muchas familias sean conscientes de que ciertas intervenciones que han recibido sus hijos e hijas hasta la fecha, quizá no hayan sido tan fructíferas, pues están teniendo la ocasión de conocer mejor las capacidades de sus hijos en el contexto natural, en su día a día.
Algunas familias, confiesan que están viviendo más oportunidades de establecer vínculos entre los hermanos, de fomentar la autonomía sin prisas, sin carreras contra reloj para llegar al colegio o ir de terapia en terapia, o de descubrir que a su hijo le fascina cocinar y es capaz de contar hasta 4, porque cuatro son los huevos para el bizcocho, o los huevos de chocolate, o de saber que en el reloj son las 8 de la tarde y es hora de salir al balcón y llegar a esperar ese momento como el mayor de los premios que es, la interacción social con sus vecinos!! Y lo más importante es que como familia ya curtida en mil batallas, durante estos días han sido capaces de ver mucho más allá de las dificultades de sus hijos, y han adaptado actividades absurdamente impuestas desde la escuela, para conseguir emocionar a sus hijos, porque saben que sin emoción no hay aprendizaje. Y han logrado que su hijo o hIja aprenda en un mes, lo que hubiera costado aprender en un año o más de terapias. Creo que ya no habrá una vuelta a la “normalidad” igual para estas familias, porque estoy segura que de esta situación, ellas sí que van a salir EMPODERADAS.
¿Qué podemos hacer las profesionales?
Sin dudar ni un segundo: ACOMPAÑAR. Y en ese acompañamiento, está también implícito el que sepamos hacer nuestro trabajo de la forma más honesta posible. Sabiendo que podemos equivocarnos, que debemos ser capaces de pedir ayuda, y que no todo vale a la hora de evaluar.
Si eres profesional que trabaja para un niño o niña con necesidades complejas de apoyo educativo en general, y particularmente con necesidades complejas de comunicación (NCC), te invito a que replantees tu modo de evaluar, que antes de evaluar las dificultades del niño o la niña, realices una PRE-EVALUACIÓN de:
Compañeros y compañeras de comunicación: ¿Tiene el examinador experiencia en evaluar a alumnos o alumnas con NCC? ¿Conoce las estrategias adecuadas para ser un buen interlocutor?
Los protocolos o pruebas utilizadas: ¿Son accesibles? ¿Son adecuados los baremos de corrección? ¿Son realmente necesarias? ¿Son justas?
Si el alumno necesita un SAAC: ¿Éste dispone del vocabulario adecuado para poder superar las pruebas de evaluación? ¿Ha tenido oportunidades suficientes para aprenderlo?
Otros modos de evaluar: ¿El equipo de profesionales os habéis planteado realizar una evaluación ecológica, que recabe información obtenida en contextos naturales del niño o la niña? ¿Habéis tenido en cuenta las aportaciones de la familia?
Estas son sólo una muestra de las preguntas que toda persona que evalúa debe hacerse FRENTE AL ESPEJO.